LA ULTIMA VEZ QUE VI MOCOA
















La última vez que vi Mocoa fue también la primera, desde hace tiempo venía con ganas de realizar trabajo solidario y desafortunadamente debido a una calamidad natural prevenible me vi en la obligación de tratar de aportar algo.
Casi siempre que una persona hace un viaje, lo suele hacer por placer, por expandir la mente, por conocer otra cultura, personas, olores, climas, pero esta vez la idea no era conocer, era aportar en lo alcanzable por lo humano, paliar en la medida de lo posible, algo que nunca podrá ser recuperado, dolores y heridas que nunca cicatrizarán.
Es triste ver como la naturaleza nos demuestra lo finitos que somos, como una tempestad que pareciera de libro de Julio Verne se convierte en realidad y se lleva en un parpadeo cientos de vidas. Mocoa, quedó amputada el 14 de Abril, por aquel Aguacero interminable que arrasó con varios barrios de la ciudad y con la vida de más o menos 300 personas(1).
Por el desastre, un grupo de 20 personas decidimos visitar el lugar para tratar de aportar la ayuda más pequeña que fuera posible con el fin de resolver o controlar algunos de los problemas que persistían después de la calamidades. Todos y todas somos unos soñadores que creen que existe un futuro diferente, que las cosas pueden mejorar siempre que aportemos al cambio.
El viaje fue cómodo pero largo, dónde atravesamos los variopintos paisajes de nuestro territorio, con sus respectivos climas, salir del frío bogotano, para atravesar las llanuras del Tolima, de Huila y finalmente descender por los Andes, terminando en el bosque tropical del Putumayo, dónde hace un calor que lo revienta a uno, pero dónde llueve más de la mitad del año.
Allá llegamos, con encomiendas de solidaridad de muchos colombianos, con nuestros morrales, nuestra disposición y nuestras botas que las cambiamos por las batas.
Nuestro aporte, fue pequeño pero significativo, logramos hacer 3 brigadas de salud, dónde atendimos alrededor de 300 o 400 personas , a las que ya les había pasado la tormenta, pero que persistían con problemas en salud que aún no habían sido resueltos. Ayudamos en lo que pudimos, entregamos medicamentos, hicimos lavados óticos, curación de heridas, escuchamos, dialogamos, caminamos, preguntamos con respeto, apoyamos lo que más pudimos. La conciencia terminó tranquila después de estas tres jornadas.
Con el trabajo cumplido, decidimos conocer la ciudad, en dónde evidenciamos la magnitud de la calamidad, con imágenes que nunca saldrán de nuestras cabezas, con las que será difícil sacarse para poder dormir tranquilos.
Mocoa, es una ciudad en la que se observa el abandono del Estado, que a diferencia de la mayoría de ciudades del país en dónde las ciudades crecieron desde el centro hacia la periferia, con calles y carreras bien trazadas en formas de cuadrícula, Moca crece en un ciudad horizontal, dónde el centro no es tan centro y la periferia si es bien periferia. Las calles bien pavimentadas no son muchas, pero comunican los lugares más importantes. Los habitantes, tiene esa buena mezcla del mestizaje latinoamericano, sin embargo con predominio de colores indígenas, muchos de ellos con apellidos muy españoles, pero con matices muy amerindios, la piel morena de nuestros ancestro y la sonrisa color de luna que podría alumbrar la noche más oscura.
Terminaos luego de tres días y viajamos de regreso a la realidad totalmente diferente de la capital, sin embargo me quedó resonando el testimonio de uno de los habitantes de la ciudad, quién dijó: ”Me duele, me duele cuando llueve, ”. Y sí, allí no paró ningún día de llover, de los tres que permanecimos.
Duele, duele que llueva, duelen los desastres prevenibles, ojalá esta no sea la última vez que vi Mocoa.

Por : César Alejandro Geney Celis

Referencias


1.       http://www.elpais.com.co/colombia/cifra-de-muertos-por-avalancha-en-mocoa-asciende-a-314.html

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