Hace
más o menos mes y medio, con mis amigos y amigas, los de hoy, de ayer y de siempre,
con los que se puede tomar una cerveza en cualquier esquina, apoyamos una nueva
brigada de salud en el municipio de Facatativá; allí, estaban reunidos y
reunidas alrededor de 400 excombatientes de las FARC EP que realizaban el curso
de entrenamiento de escoltas para posteriormente desarrollar funciones de
protección.
La
jornada inició temprano un domingo gélido en nuestra capital Bogotana, dónde
varios nos encontramos para trasladarnos hacía Faca y apoyar de esta manera la
resolución de problemas en salud que presentan los y las ex-combatientes, y
abordar sus necesidades psicosociales y ocupacionales. En la salida hacía Faca,
empezamos a encontrarnos un grupo de alrededor de 15 hombres y mujeres de
diferentes profesiones, enfermeras, enfermeros, médicas, médicos, terapeutas
ocupacionales, nutricionistas, psicólogos, psicólogas, odontólogos y
psiquiatras; algunos asistieron algo retrasados a la hora de salida, seguro
porque aún tenían una ligera resaca de la noche previa, pero siempre con la
idea de la importancia del cumplimiento del compromiso. Luego nos embarcamos en
carros particulares y dos camionetas 4x4 que se desplazaron por la sábana
Cundinamarquesa de manera ágil (si el tráfico de los domingos fuera el común
denominador de nuestro distrito, Bogotá sería una de las mejores ciudades de
América Latina), en contados 40 minutos logramos atravesar la ciudad y
adentrarnos en el lugar donde se alojaban y recibían instrucción aquellos
compatriotas que desean iniciar una nueva vida civil, lejos de la selva, más
cerca de nuestra cotidianidad.
Tipo
8 y 30 de la mañana ya estábamos listos y listas, pero como las buenas
costumbres de los “anfitriones” colombianos, sobre todo si son de origen
campesino, mandan, lo primero fue el desayuno; un tamal bien “trancado” con
chocolate y pan, alimento suficiente para una jornada que sería larga y que
requería de un desayuno con muchas calorías, y así lo recibimos. Barriga llena
y corazón contento, de esta forma iniciamos una jornada dónde trabajamos como reloj
suizo; las condiciones del lugar lo permitían y la experiencia previa por parte
de nuestro colectivo permitieron que se hicieran las cosas muy bien. A pesar de
que el lugar estaba ocupado totalmente, la disposición del lugar permitía
trabajar cómodamente; allí, contaban con 3 contenedores o tráileres destinados
para realizar atención en salud (odontológica, psicosocial, de medicina y de enfermería).
Gracias a esto separamos muy bien las actividades, para realizar una atención lo
más integral posible, que fue paralela ya que gracias al equipo
transdisciplinario con el que contamos, dividimos el espacio en dos, un grupo que
asistiría a espacios colectivos psicosociales y de terapia ocupacional, mientras
el segundo se dirigía a la atención asistencial, el cual iniciaba enfermería,
continuaba con nutrición y terminaba con medicina. Seguramente el régimen
militar al que estaban acostumbrados y acostumbradas los y las integrantes de
las FARC EP, les permitió atender órdenes y dividirse adecuadamente, todo esto
hizo que lográramos atender a 107 colombianos y colombianas.
Tuvimos
casos raros, pero lo común, fueron el resfriado común y las dolencias
osteomusculares producto del clima del lugar, y de las actividades físicas que
el curso les demandaba y seguro también por estigmas de tantos años de estar
cargando aquel equipo de armamento y supervivencia en el monte, a estos, les
dimos el manejo educativo y en medicamentos que logramos de acuerdo a nuestras
posibilidades. Luego de las dolencias musculares y respiratorias, era común
observar afecciones secundarias a heridas de guerra, huesos luxados, o
fracturados por heridas de armas de fuego, secuelas de accidentes con minas,
quemaduras y dolencias por el estilo; en estos casos nuestra colaboración era
muy limitada ya que para intervenir estos problemas, es necesario en muchas
ocasiones la remisión a algún especialista, pero cómo todos hemos podido ver, a
la guerrilla de las FARC EP, igual que a los colombianos y colombianas en
general, se le ha incumplido con la atención integral en salud, compromiso
contenido en los acuerdos, por lo que se realizaron las valoraciones y los casos,
fueron comentados con la persona encargada de salud del campamento y fueron dejados
en un pendiente en nuestros registros.
La
salud de la mayoría de ex guerrilleros y guerrilleras es buena, en la mayoría
de ocasiones hasta envidiable, las enfermedades crónicas como la hipertensión,
la diabetes, la obesidad son escasas; pero lo que no es escaso es el buen
estado físico de hombres y mujeres, quienes en su mayoría exhiben bíceps y
tríceps hiper desarrollados, acompañados de un abdomen en “tabla”, no cómo aquel
signo clínico de alguien que puede tener una enfermedad quirúrgica, sino como
el abdomen de personas que se ejercitan
en demasía, abdómenes que cotidianamente venden trajes de baño y ropa interior,
pero que en el caso de ellos y ellas, son producto de lo que piensan, producto
de los que fue por años, su forma de luchar por un país diferente.
Terminada
la jornada y con el agotamiento natural, pero la alegría del deber cumplido, la
mejor recompensa fue un ajiaco Santafereño que nos calmó el frío y nos recargó
de energías para volver a casa.
En
estos tiempos de polarización en el país, está experiencia me dejó
reflexionando: Aunque parezca paradójica la afirmación, es increíble, pero la
paz tiene enemigos y no veo de dónde, lo que vi aquel domingo fueron cientos de
colombianos y colombianas esperanzados y esperanzadas por integrarse a la vida
que nosotros y nosotras vivimos a diario, por luchar de modo diferente por un
país mejor, por transformar este mundo y el país injusto e inequitativo en el
que vivimos, no vi gente mala, antisocial o violenta, como muchos nos pretenden
hacer creer.
La
paz es apuesta de muchos de nosotros y nosotras, jóvenes que queremos continuar
creciendo, pero en una Colombia diferente, en una Colombia más justa.
Mientras escribo
estas escasas líneas, sale el sol por el oriente Bogotano y creo luego de verlo,
que la esperanza está aquí, que somos más los que creemos en el amor y la unión que aquellos y aquellas que quieren la perpetua guerra.
La esperanza está
aquí.
César
Geney
Médico
Corporación de Salud
Abran La Puerta